jueves, mayo 23, 2013

¿Qué pudo salir mal?


El discurso de hoy de Sebastián Piñera marca la última etapa de su período presidencial. El primero de la derecha desde el retorno a la democracia y del cual ya algunos calculan su legado e impronta.

Sin embargo, tanto oficialismo como oposición (e incluso, aventuro que el mismo Presidente) dejan entrever que no fue como se lo habían imaginado alguna vez.

En shock por la derrota, la oposición a Piñera nunca pudo rearmarse. Como si hubieran estado encandilados por un potente faro que los sorprendiera de frente en la oscuridad del camino, nunca hicieron un esfuerzo consciente y serio por –al menos- descifrar las claves del nuevo Chile que entre protestas y marchas se reveló a poco del debut del nuevo régimen. Donde la calle pidió renovación y liderazgo hubo, apenas, tímidas sonrisas y evocación a tiempos mejores.

El oficialismo tampoco supo entender cuál era su rol. Acostumbrados a enarbolar las banderas del statu quo, de pronto el sector se vio en el trance histórico de conducir los destinos de un país que exigía en todas las esquinas cambios estructurales. Obligados por las circunstancias a abandonar la idea que el crecimiento económico curaría todos los males, de pronto, acabaron revelando la carencia de más ambiciones que mantener al país en el mismo estado que aquel en que lo recibieron de la Concertación.

Hoy, el Presidente Piñera enfrenta la amarga tarea de cerrar un ciclo que será recordado por un Gobierno asumido como una aventura personal y que, lejos de capturar para sí el halo de bonanza (explicado casi exclusivamente por el precio del cobre), acabó en medio de una sucesión de escandalosos episodios que afectaron la imagen y la marcha de servicios públicos nunca antes salpicados por el fantasma de la duda (Kodama, Johnsons, censo), sin un rumbo claro, incapaz de cristalizar una idea de país hacia la cual la primera autoridad de la nación hubiere conducido sus esfuerzos, los de su equipo y lo de la coalición que lo acompañara en el poder.

Se trata, al final del día, del poco feliz devenir de quienes, enfrentados a los hechos, acaban en la irónica tarea de deberse a quienes les exigen contra sus propias promesas que ejecuten procesos inspirados en ideas en las que no creen, defendiendo causas que atentan contra sus propios intereses y que, además, lo obligan a enfrentar a quienes se dijeron sus aliados.

Definitivamente, algo salió mal.