jueves, mayo 05, 2016

Química

Han sido días extraños. Huir del dolor y evitar pensar tiene un precio, importa agotamiento físico, sensación de bochorno. Evito la música, los lugares que antes frecuentaba, que me pregunten cómo estoy.
No sé lo que quiero. No me importa tampoco y, francamente, mis metas son unívocas. No pensé jamás que estaría así alguna vez, a merced del viento, evadiendo lo que me gusta, lo que no me gusta, todo.
Pensaba que esta semana cerraría un juicio importante, pero se complicó. Me da mucha rabia pensar que estaré una larga temporada con esa preocupación en la mente, pero tiene su lado bueno: ahora tengo otra fórmula de evasión.
Fue extraño llegar a casa hoy. Todo ha sido extraño en estos días, pero esta vez fue (incluso) molesto. Siento como si estuviera contaminado, como si hubiera algo en el aire. Estoy como perdido en un estadio, o peor, como perdido en una selva tupida. No veo el cielo, la cordillera ni nada. No veo el futuro, pero sé que lo hay, que existe.
Me he refugiado en el trabajo. Tengo mucho, siempre tengo mucho trabajo y esta vez me será útil en esta nueva dimensión. Aunque pueda significar un problema físico, acaba siendo parte de la solución. No sé que vendrá en el futuro. Y tampoco sé lo que quiero para el futuro. Lo primero me intriga; lo segundo, me aterra.