miércoles, marzo 29, 2006

Sin Movimiento

If this ain't love
why does it feel bad, why does it feel bad, why does it feel bad
Why does it feel so good
(de Groovejet, Sophie Ellis Bextor & Spiller)

Terminó el verano. Aunque todavía Santiago es caluroso por la tarde, al menos tenemos menos horas de sol y el reloj biológico acusa recibo del cambio de hora.

Mis vacaciones terminaron este lunes, en lo que la Universidad se refiere. A esta altura el inicio del año tiene algo de rutinario, el mechoneo perdió todo atractivo y la única novedad dice relación con quienes no volvieron este año, los que se cambiaron de carrera y los que se fueron a otra U.

Como todos los años, uno se plantea metas y propósitos. Mi experiencia indica que, en realidad, uno se plantea objetivos triviales o bien temas inalcansables, boludeces como "tomar menos", "estudiar mas", "leerme todos los papers" o el ya clásico "mejorar mi letra". Por eso este año he obviado este ejercicio, que para lo único que sirve es para sentirse mal a fin de año... cuando ni siquiera se recuerdan estos compromisos.

Sobre mi vida amorosa, la verdad es que no he avanzado mucho. A Ricardo no lo he vuelto a ver, no hemos hablado y al parecer el interés desapareció. O simplemente nunca existió, no lo tengo claro, pero tampoco tengo ganas de partirme la cabeza pensando sobre el porqué de algo que no fue.

Con Juan las cosas han sido distintas. Por diversas razones estuvimos cerca de un mes sin vernos, desde mediados de febrero hasta la tercera semana de marzo. Con un viaje de por medio y unos días de reposo médico adicionales, por culpa de un maldito virus, pensé que había aclarado parte de mis dudas. Que lo vería y de inmediato sabría hacer lo más sabio, lo que nos dejara a ambos conformes, sin la sensacion de haber sido pateados el uno por el otro o bien, que al termino del encuentro estuvieramos pololeando. Craso error. Tal vez fue falta de sensatez o simplemente cobardía, pero no hice ni lo uno ni lo otro.

Me da lata confesar que no sé que hacer. Pero me da mas lata el verme en la misma situación que hasta hace muy poco tiempo, cuando escribía en este mismo blog que estaba ante un extraño dilema. Me siento como un pelotudo, un cobarde, incapaz de poner orden en un tema tan elemental como mi propia vida amorosa, idiota por no saber qué camino tomar (si es que podemos entender que tras esto existe algun tipo de elección posible) aun cuando las posibilidades se han reducido básicamente a dos.

A Juan lo quiero ene. Por eso el rollo. Con el tiempo lo he aprendido a querer, a interpretar su carácter, a apreciar sus detalles. Siento que tenemos algunas cosas en común, otras sanas diferencias, que miramos la vida desde ángulos parecidos aunque a veces no veamos lo mismo. Pero también siento que con todo faltan elementos si lo que deseamos es una relación de largo aliento, y me veo en ocasiones como el único marinero del bote con ánimo de no hundirse junto con el barco.

Por eso comienzo el año con esta pesada sensación. Es que en el verano pasaron cosas, hice otras tantas, pero en el fondo las mismas dudas persisten. Como si estos dos meses hubiera estado hibernando y la cartola de mi vida, cuando estamos a fines de marzo, registra un escueto pero elocuente "sin movimiento".