¿Qué pudo salir mal?
El discurso de hoy de Sebastián Piñera marca la última etapa
de su período presidencial. El primero de la derecha desde el retorno a la
democracia y del cual ya algunos calculan su legado e impronta.
Sin embargo, tanto oficialismo como oposición (e incluso,
aventuro que el mismo Presidente) dejan entrever que no fue como se lo habían
imaginado alguna vez.
En shock por la derrota, la oposición a Piñera nunca pudo
rearmarse. Como si hubieran estado encandilados por un potente faro que los
sorprendiera de frente en la oscuridad del camino, nunca hicieron un esfuerzo
consciente y serio por –al menos- descifrar las claves del nuevo Chile que
entre protestas y marchas se reveló a poco del debut del nuevo régimen. Donde
la calle pidió renovación y liderazgo hubo, apenas, tímidas sonrisas y
evocación a tiempos mejores.
El oficialismo tampoco supo entender cuál era su rol.
Acostumbrados a enarbolar las banderas del statu quo, de pronto el sector se
vio en el trance histórico de conducir los destinos de un país que exigía en
todas las esquinas cambios estructurales. Obligados por las circunstancias a
abandonar la idea que el crecimiento económico curaría todos los males, de
pronto, acabaron revelando la carencia de más ambiciones que mantener al país
en el mismo estado que aquel en que lo recibieron de la Concertación.
Hoy, el Presidente Piñera enfrenta la amarga tarea de cerrar
un ciclo que será recordado por un Gobierno asumido como una aventura personal
y que, lejos de capturar para sí el halo de bonanza (explicado casi
exclusivamente por el precio del cobre), acabó en medio de una sucesión de
escandalosos episodios que afectaron la imagen y la marcha de servicios
públicos nunca antes salpicados por el fantasma de la duda (Kodama, Johnsons,
censo), sin un rumbo claro, incapaz de cristalizar una idea de país hacia la
cual la primera autoridad de la nación hubiere conducido sus esfuerzos, los de
su equipo y lo de la coalición que lo acompañara en el poder.
Se trata, al final del día, del poco feliz devenir de
quienes, enfrentados a los hechos, acaban en la irónica tarea de deberse a
quienes les exigen contra sus propias promesas que ejecuten procesos inspirados
en ideas en las que no creen, defendiendo causas que atentan contra sus propios
intereses y que, además, lo obligan a enfrentar a quienes se dijeron sus
aliados.
Definitivamente, algo salió mal.