sábado, mayo 22, 2010

El factor tiempo

A no dudarlo, el terremoto de febrero ha sido una dificultad impensada para el gobierno entrante. Semejante emergencia, junto con la posterior tarea de la reconstrucción, acabarían siendo una excelente oportunidad para demostrar capacidad ejecutiva y determinación si se enfrentaban con éxito. O bien, acabarían exponiendo ineptitud y vacilación, si se enfrentaban de mala manera.

A setenta días del arribo a Palacio, la baja en las encuestas de la aprobación del Presidente y del Gobierno parecen evidenciar que la percepción ha sido que no ha estado a la altura de las circunstancias. La opinión pública, que por estrecho margen les dio el triunfo en las presidenciales, esperaba algo distinto del Gobierno; más allá de un problema de imagen o de cercanía, hay aspectos que el respetable no perdona e incluso, que lo irritan.

En efecto; la apuesta de asumir el Gobierno con el equipo a medio llenar, sin nombrar autoridades visibles del Estado, prescindiendo para ello del cúmulo de gente (no necesariamente mal preparada) que en los partidos de la alianza han esperado por años una oportunidad en el sector público, acabó por instalarse como tema de la agenda pública, conforme pasaban los días y las vacantes eran más visibles. De nada sirvieron las explicaciones, atendido que tal situación era perfectamente previsible desde que el triunfo fue un hecho y además, que tal lentitud no se pudo (aunque se trató de) endosar al terremoto.

En el manejo de la emergencia, en tanto, una sumatoria de errores no forzados acabó instalando una sensación poco alentadora. Mientras la porfiada realidad se habría paso, a razón de noticias que hablaban de lugares a los cuales la prensa accedía y no así la ayuda ni las autoridades (cuando la distancia desde la ocurrencia de la tragedia ya no se medía en días sino en semanas), el acéfalo manejo de la contingencia lucía poco convincente, entre un Gobierno entusiasmado en contar más que en construir viviendas de emergencia, intentando encontrar culpables de los desaciertos pasados y no descifrando las claves de su propia inoperancia pero, aún más impresentable, pretendiendo haber superado la emergencia con pueblos enteros durmiendo en carpas y sin un plan de reconstrucción claro y sobre la mesa.

Punto aparte, los conflictos de interés marcan una muy notoria línea divisoria entre la percepción del país que tiene el Gobierno, y la percepción que del Gobierno (y los gobernantes) tiene el país. Así, mientras todo el país (incluso los partidos del oficialismo) advertía a leguas de distancia los conflictos de interés, el único lugar desde el cual estas incompatibilidades no se apreciaban era La Moneda; pero más grave aún, la dilación del Presidente por deshacerse de Lan y CHV, acabó siendo la primera promesa presidencial objetivamente incumplida. Y aunque en rigor pueda entenderse como un tema más cercano a su ámbito privado antes que a su esfera de autoridad, contribuyó a desmerecer su credibilidad (obra que, por lo demás, está en construcción) ante una opinión pública que, desde entonces, tiene justo motivo de no creer de buenas a primeras los futuros compromisos del Primer Mandatario.

Por todo, los resultados de las encuestas no deberían sorprender a nadie. Lo que si sería sorprendente es que el Gobierno, que se jacta de estar conformado de los mejores (entiéndase como gente con inteligencia superior al promedio), no enmiende en el mejor interés del país.