lunes, mayo 02, 2016

Falso positivo. Falso negativo. Falso, al final.

Pega. Es la idea, es mi fin. Pasa piola y hasta causa admiración, pero esta devoción por el trabajo es apenas una fórmula para no pensar en él.
Mis clientes preguntan pero sé que no les importa cómo estoy. Eso es bueno; la pregunta se satisface con un genérico "bien" y luego a lo qué vinimos. Defiendo sus intereses y les cobro por hacerlo. No necesito ser feliz para ser eficiente en esto y por eso se transforma en el bunker perfecto.
No estoy en Santiago, sino en una ciudad más pequeña. Vine por trabajo. Manejé escuchando un CD de versiones orquestadas de The Beatles, pero lo apagué cuando se asomó el amor entre los sintetizadores y las trompetas. Bajé las ventanas y dejé que el aire entrando a mi auto me impidiera pensar. Ensayé concentrarme en el camino.
Descubrí que hay demasiadas canciones que hablan de amor. Son como una peste, como una maldita niebla que aunque no quieras te rodea y te abraza. Probablemente, en sus composiciones más densas te enceguece y te impide tomar decisiones acertadas.
También descubrí que no esperaba que me terminaran. Y en realidad por primera vez no sé nada de lo que ocurre. Pienso tantas cosas que de momento lo mejor es no pensar y perseverar en este piloto automático en el que se ha transformado mi vida. Sé que no es el momento para enfrentar lo que siento pero tampoco sé a lo que me enfrento ni qué resultará de todo esto. 
Ahora viene el día de la madre y me preguntarán por él. Como sea; desde un tiempo a esta parte, mi vida no tiene respuestas correctas ni preguntas acertadas. Se ha transformado en un ejercicio de evasión autodestructivo de incierto final. Todo es un error, todo es un problema. Cualquier paso que dé es en falso. Positivo o negativo, pero un paso en falso al final.