miércoles, noviembre 08, 2006

El crack

Recientemente, he tenido que ir a una comuna del sector sur de la capital. Por razones de trabajo tengo que cruzar un sector de poblaciones, de esas que tienen calles estrechas, avenidas con hoyos y a veces, grifos abiertos.

Precisamente en una de ellas hay una polvosa cancha de baby-fútbol. Cuando pasé esta tarde por ahí habían unos niños jugando una "pichanga". Mis últimos partidos de fútbol fueron en una cancha techada propiedad de la universidad donde estudiaba; allí, entre mis compañeros y algún profesor valiente armabamos entretenidos partidos. Claro, se trataba de un gimnasio cerrado, con camerinos y duchas. La iluminación era simplemente excelente y la mantención del recinto era muy buena.

Tal vez por eso me da pena y mucha rabia lo que ocurrió con Chiledeportes. Somos un país pobre (Tal vez menos pobre que hace veinte años pero pobre al fin), que destina una parte de sus ingresos a promover el deporte. Y claro, cuando se sabe que buena parte de esos fondos terminan en manos de quien-sabe-quién para quien-sabe-que, al menos me da rabia. Porque yo saldré a trotar a un parque cerrado que queda enfrente del departamento donde vivo, o bien voy al gimnasio 24/7 del edificio; pero quienes no tienen estas posibilidades simplemente tendran que seguir mordiendo el polvo (literalmente) cada vez que quieran jugar futbol, simplemente porque se robaron la plata.

Pareciera que ese es el Chile inclusivo que tanto habló nuestra presidenta: también caben los ladrones.