domingo, julio 01, 2007

La libertad de expresión

Cualquiera sea la idea que tengas del Presidente venezolano Hugo Chávez, es una verdad evidente que el cierre de RCTV es un atentado a la libertad de expresión.

Si bien la realidad tiene muchas interpretaciones, pretender que una de esas versiones sea la única difundida por los medios o más aún, que por el hecho de ser oficial o mayormente compartida posea un derecho exclusivo o preferente a tener pantalla, es (o era) una idea que pensaba abandonada en América Latina.

Recientemente un reportaje de la televisión chilena desató las iras de un ex-Presidente de la República, al punto de motivar no solo reflexiones a nivel de los medios sino que también levantando algunas olas en la apacible política nacional. Pero nadie se atrevería a pedir siquiera una amonestación a ese canal ni menos a insinuar que con su actitud han faltado a algún tipo de ética de la complacencia o de la distancia.

A poco de ocurrir los atentados del 11-S, los reporteros de Al Jazeera perdieron sus acreditaciones de prensa en Wall Street. Sin embargo, tal restricción fue temporal y se entiende como una reacción histérica a un episodio capaz de provocar tales hechos, subsanada a tiempo y que no pasó a mayores.

La libertad de expresión, como valor, se ha ido modelando hasta configurarse tal y como lo conocemos hoy. En esta travesía otros estandartes de nuestro catálogo moral, como la privacidad o el honor, han sucumbido ante su avance avasallador, construyendo un cuadro en el que restricciones incluso tibias a su ejercicio aparecen como impresentables aún cuando se le confronte con instituciones de mayor tradición como la seguridad nacional o el orden público.

Tal vez por eso episodios como el de RCTV nos parecen sencillamente inaceptables, aún cuando otros tengan pantalla para decir lo contrario. Así es la libertad de expresión.