sábado, marzo 03, 2007

March Attack

Leyendo el blog de Patricio Navia, me decidí a escribir sobre un tema que me llama profundamente la atención.

Los analistas políticos han tenido material de sobra para escribir acerca de las carencias de la derecha, muchas de las cuales explican los discretos resultados que obtienen en las elecciones a casi dos décadas del retorno a la democracia.

Siempre he considerado que una de los problemas más claves de la derecha es la poca o ninguna formación que tienen en gobierno y administración pública. Aunque suene paradójico, la gente mantiene en la retina la imagen de compromiso que tuvieron con el gobierno militar aunque en realidad haya sido, con mucho, un papel secundario (una suerte de sponsor político) del que no aprendieron nada (y lo que aprendieron no lo pueden aplicar en democracia). Siguen identificados con el gobierno irregular del que formaron parte, pero del que no adquirieron el know-how que podrían haber capitalizado para sí. Al contrario, en cada elección aparecen dudas (al menos razonables) acerca de la gobernabilidad y de la oferta de gobierno que están en condiciones de ofrecer al país.

La generación del exilio recorrió el mundo observando realidades diversas, cultivando sus mentes en centros de estudios de primer nivel del mundo desarrollado y regresó al país ansioso de aplicar fórmulas innovadoras sin temor a fracasar, desencantado de lo que no fue pero esperanzado en lo que podría ser. Y aunque se han cometido errores, buena parte de lo que hoy somos como país se lo debemos, precisamente, a esas recetas que (sin la crudeza de los cambios aplicados por los “Chicago Boys” y templados por el tiempo y la distancia) permitieron en diversas áreas del quehacer nacional, modernizar nuestra institucionalidad.

En esto la derecha está al debe. Con un énfasis en lo económico, se descuidó el estudio de temas de políticas públicas y hoy existe un vacío generacional evidente, entre una generación que proclamaba la tesis del servicio público pero que realizaba sus MBA´s fuera del país en temas ajenos a la política. Crearon universidades y abrieron escuelas de ingeniería pero ninguna de Gobierno o Gestión Pública, siguiendo el paradigma añejo y equivocado que se resume en el concepto de “tecnocracia”. Y los centros de estudios que crearon son, más bien, polos de defensa corporativa de la derecha más dura simples empresas de encuestas.

Hoy, no existen centros generadores de fórmulas alternativas, de estudio de la realidad o de pensamiento capaces de crear soluciones nuevas (no copias infieles como la tolerancia cero o el gabinete en las sombras) y se echan de menos líderes que puedan decir “deberían hacer esto” pronunciando a continuación una idea coherente, realista, practicable y sensata. Y si bien existen algunas iniciativas en ese sentido, como la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, aún son pocas y tardaran en madurar algunos años más.

Mientras, seguiremos esperando.