domingo, septiembre 30, 2007

La Naty

Como usted debe saber, circuló por el ciberespacio un video en el que una adolescente de 14 años practicaba sexo oral a un escolar de uniforme, en un parque público. A poco andar y en nombre de un interés al menos discutible, los medios comenzaron la cacería: identificaron a todos los que aparecían en la breve filmación, ubicaron el lugar donde había ocurrido el hecho y acosaron hasta el hastío a todo aquel que tuviera algo que ver con el asunto.

Probablemente usted tenga una idea respecto de todo esto. Puede parecerle un acto de osadía, una estupidez impresentable, un atentado brutal contra la moral o simplemente una travesura. Estas posiciones y muchas otras se han oído y se seguirán oyendo, hasta que el asunto decante y evolucione hasta convertirse en una leyenda urbana más.

Personalmente creo que, descartando los juicios morales de condena o reprobación, este hecho deja al descubierto una metamorfosis que, como país, no hemos atendido de la manera que se requiere. En efecto, basta un recorrido con los ojos bien abiertos por el centro de Santiago para advertir un ánimo diferente, inédito en nuestra vida republicana, pero que dice relación con una mezcla de buenos niveles de vida, bienestar material, retirada parcial de nuestro tradicional pesimismo, la incorporación de la tolerancia al catálogo de actitudes positivas y la sumatoria de actores hasta hace poco ignorados (tales como los escolares de uniforme, los trabajadores subcontratistas de Codelco e incluso las víctimas de delitos) a la vapuleada “agenda país”.

El resultado es una nueva percepción colectiva de la realidad. Ante hechos como el que motiva esta nota aparecen ministros de estado criticando la medida de expulsar a la protagonista del acto y no a todos los involucrados, otros preocupados por la salud mental y sexual de los escolares, un par de polillas citando a la prensa para decir tres frases acerca de la educación sexual en los colegios y un número no menor que ve este episodio (sin culpa ni miedo) con algún grado de simpatía.

Lo anterior evidencia una bifurcación de la conciencia nacional. En efecto, situaciones como ésta que hasta hace no mucho tiempo atrás hubieran motivado la alineación de todo el país tras una postura de rechazo y condena, han dado lugar a expresiones más bien compartimentadas, matizadas y diversas que reflejan una realidad moral y valóricamente más mixturada.

Esa ruptura del juicio público, hasta hace poco monolítico y aparentemente infranqueable, da cuenta de un proceso de descubrimiento de nuestra diversidad, existente desde siempre pero evidente desde hace poco y del que acusan recibo ámbitos que van desde la estructura del consumo hasta la religión. Como pocas veces antes, las personas de a pie han internalizado no solamente el derecho a opinar, sino que a opinar distinto.

Usted tendrá su valoración de este fenómeno. Puede verlo desde el extremo de considerarlo la perdición de los valores o bien como una expresión de la evolución social. Como sea, es un fenómeno al que tendremos que habituarnos. Porque ante una adolescente de uniforme que le practica sexo oral a un compañero de clases en un parque ya no hay una sola tribuna desde la que observar el hecho: hay varias, desde quienes le reprochan y le condenan hasta quienes le aplauden. Usted elija la ubicación que más le acomode.