jueves, julio 29, 2010

Los números del gobierno

No existe una única explicación para los números de la última encuesta CEP.

Probablemente se esperaba más de las autoridades debutantes. Autoproclamados como el ejército de los mejores, enarbolaron la eficiencia como bandera electoral y la efectividad como sello de su gestión. Sin embargo, el lento y accidentado nombramiento de las nuevas autoridades, con renuncias, nombramientos revocados y muchas declinaciones de por medio acabó convirtiendo la primera oportunidad que tuvo el gobierno en una profecía autocumplida. La tarea se completó a destiempo, recurriendo incluso a nombres de ex-postulantes al Parlamento, en una práctica que la Alianza juró desterrar a razón del concepto de asimilar los ministerios a premios de consuelo.

Pero no es todo.

Los errores no forzados siguieron. En el manejo de los efectos del terremoto, proclamar que la emergencia se encontraba superada con pueblos enteros durmiendo en carpas, fue un desacierto de marca mayor. Mientras en La Moneda se hablaba de reconstrucción, los medios de comunicación accedían a localidades nunca visitadas por las autoridades (cuando la distancia desde el terremoto se contaba en semanas). Asimismo, se conocían historias tan insensatas como facturas no pagadas por las nuevas autoridades, por gastos hechos en plena emergencia, como si el acarreo de escombros o la entrega de materiales de construcción fuere...

Sin embargo, los conflictos de interés son el más insensato de todos los males. Conocidos por todos, La Moneda asumió la posición de negarlos a todo evento, situación que se hizo insostenible conforme pasaban los días y se mantenían (y se mantienen) en manos de la principal autoridad del Estado, empresas cuyo principal activo es una concesión del Estado.

En materia puramente gubernamental, la ausencia de anotaciones deja un gusto a poco preocupante. Nadie en la oposición ni en el oficialismo quiso defender al royalty, tal vez porque incluirlo como parte de la reconstrucción era una maniobra demasiado evidente (sino burda) por obtener una victoria, obviando una discusión en la que la posición de la derecha ha sido siempre impopular. En otras materias, existe una percepción de rezago en materia de proyectos de ley muy poco alentadora y en la cual, el Gobierno no parece enmendar.

A no dudarlo, la estrategia de atacar al gobierno de Bachelet tampoco ha sido la mejor. La ciudadanía no enganchó y La Moneda, lejos de enmendar, redobló los ataques con lo que simplemente profundizó el error, alineando a la Concertación en defensa de su legado y radicalizando su rol de oposición.

Aunque el Gobierno está aún en su primera época, resulta evidente que existen cambios que deben realizarse. Ya no hay espacios para el entusiasmo; debe primar ahora el sentimiento de humildad, sensatez y colaboración; Chile no se merece un gobierno errante.