domingo, julio 31, 2011

Les faltó clase



¿Qué hay detrás del desaire que la Concertación le hizo al Presidente Piñera al no asistir a la reunión que se desarrolló en La Moneda para abordar el tema de la educación? Sin duda, algo más que un impresentable acto de falta de urbanidad.




La educación no es un tema nacido en la contingencia. No se trata de una incidencia climática ni de un levantamiento social espontáneo sobredimensionado por los medios y azuzado por los opositores al Gobierno. Muy lejos de eso, el movimiento apunta a un sistema con medio siglo de transformaciones, mutaciones, adiciones y reparaciones (no siempre muy afortunadas) que han convertido a la educación chilena en un híbrido en el que confluyen todo tipo de instituciones, con multiplicidad de propósitos y que en perspectiva parecen haber aportado muy poco al desarrollo del país, al bienestar de los chilenos (que financian buena parte de este modelo) y a la movilidad social.



Pero hay más.



Quienes hoy –en la trinchera de la oposición al Gobierno- levantan la voz denunciando los vicios del sistema, alimentaron por años a la criatura que hoy denuncian como al peor de los monstruos. Los mismos que idearon los sistemas de crédito que hoy quitan el sueño a buena parte de los egresados de la Educación Superior, ahora lo tildan de usura. Esos mismos que hoy denuncian las maniobras que permiten obtener ganancias de las Universidades son los mismos que por años las permitieron. Y son quienes hoy pretenden desentenderse de la responsabilidad del problema por ubicarse en las antípodas del poder, eludiendo burdamente los inevitables costos políticos de haber profundizado, a veces por acción a veces por omisión, un sistema que hoy revela crudamente todos sus vicios.



En el Gobierno las cosas no son mucho mejores. El movimiento estudiantil fue el primer test de esfuerzo por el que tuvo que pasar el Presidente y no lo pudo superar. Mal dimensionado en sus orígenes, La Moneda dejó al descubierto su nula capacidad de anticipación, la ausencia de interlocutores sociales y (más grave aún) la carencia de definiciones conceptuales básicas en materias tan trascendentes como la educación.



Sea que se trate de un Gobierno sin ideas o de uno que las oculta, cualquier diálogo parte por transparentar las definiciones propias y en el caso de la política, someterlas al escrutinio público con el riesgo de descubrir que no son compartidas por la mayoría. Hasta ahora las propuestas del gobierno parecen más bien expresiones del instinto de supervivencia antes que definiciones conceptuales, que no han escapado a los problemas de letra chica y falta de sentido que son una constante de esta Administración.



Sin embargo, las movilizaciones estudiantiles no son contra el Gobierno o la Concertación. Son contra la clase política, Concertación-Alianza, Gobierno-oposición, izquierdas-derechas, que son quienes en definitiva crearon, modificaron, participaron o simplemente permitieron que la educación se encuentre hoy en el estado denunciado por todos. Esa clase política que hoy está sitiada por la ciudadanía y exhortada a dar una respuesta, luce más interesada en eludir el golpe endosándoselo al otro bando antes que en responder con seriedad a los requerimientos de la gente.



La calle no reclama al Gobierno ni recrimina a la oposición; exige de ambos actores, de la clase política en su conjunto, una respuesta contundente y a la altura del problema. Por eso resulta inentendible que la Concertación no haya asistido a la cita con Piñera, en circunstancias que los exhortados son, precisamente, la oposición y el oficialismo. Hay justa razón para estar molestos, pero también la hay para dudar si quienes están hoy cuestionados entienden que son ellos mismos los requeridos por la ciudadanía para dar una salida en la materia, que la ciudadanía espera ver pronto y de la cual aún no hay siquiera luces claras.



A la Concertación le faltó conciencia de clase política para enfrentar y entender lo que ocurre. Ubicarse en el banquillo de los acusados los obliga a compartir trinchera, esta vez, con el Gobierno y desde esa posición (que puede no ser cómoda) recibir las pifias pero también el reconocimiento, que en este caso será para la clase política en general. Esta vez, a la Concertación le faltó clase; conciencia de clase.

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